La gran ‘love story’ de este verano

Le divisé en la penumbra del restaurante, sentado en una mesa apartada con una mujer muy atractiva a la que al principio no reconocí. Era Jaime de Marichalar y estaba claro que aquello era una de esas cenas que mi amiga Ymelda Moreno y de Arteaga llama «galante».

Y tan galante. Jaime y su pareja se miraban intensamente a los ojos mientras se llevaban las flûtes de champagne a los labios a la luz sonrosada de una vela solitaria y un maître solícito revoloteaba a su alrededor. Curioso, me acerqué a saludarle y, al hacerlo, reconocí a su pareja. Era la juez Mercedes Alaya.

En ese momento me desperté sobresaltado. El sueño había sido tan real que me quedé pensando si de verdad no estarían viviendo un maravilloso love story. Después de encender la Nespresso, y mientras descargaba este periódico en Orbyt, decidí llamar a María de León y Castillejo y contarle lo ocurrido.

«Oye Mary, ¿tú crees que he tenido una relevación y hay algo de verdad en mi sueño?». Mi amiga la bloguera sevillana, extraordinaria y genuina it girl, se mostró escéptica.

«No. Si estuvieran teniendo un romance ella arrastraría un trolley de Louis Vuitton a los juzgados o, por lo menos, uno de Loewe, iría vestida de Dior Haute Couture y, por supuesto, exhibiría dos o tres anillos de Victoire de Castellane en las manos», me contestó.

Me quedé más deshinchado que un globo de esos que cuelgan en las fiestas infantiles los ministros del PP. Un love story así nos habría alegrado el verano más gris y dramático de los últimos años, barriendo todos los escándalos políticos de la portada de los periódicos y, sobre todo, las conjeturas en torno a Iñaki Urdangarín y su tú a Ginebra, yo a Barcelona.

Por la noche ceno en Casa Marco con Lorenzo Caprile, que ha estado tan ocupado con las novias de verano y otoño que no se ha enterado de la marcha de doña Cristina a Suiza. Le cuento mi sueño y comentamos el circo en que se ha convertido la Copa del Rey este año, en la que se han mezclado alegremente muchas churras con alguna merina despistada y donde no ha aparecido la Princesa de Asturias aún.

Le digo que tengo esperanzas de que entre tantos pinchadiscos de excepción, costureros en concurso de acreedores y actores de series televisivas de serie B surja otra pareja imposible, aunque dudo que ninguna fuera tan fascinante como la de Marichalar y Alaya.